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Javi


9 minutos de lectura

Puede que no haya ido a donde quería ir, pero creo que he terminado donde tenía que estar.

Douglas Adams.

Hoy hace diez años que entré a trabajar como programador en una empresa de consultoría. Para algunos serán muchos, para otros serán pocos, para mi es una cantidad muy significativa que me permite echar la vista atrás y reflexionar sobre como han cambiado las cosas desde entonces.

Yo no iba a ser programador. Estudié (y no me arrepiento) Química porque me gustaba muchísimo e incluso tuve la suerte de trabajar de becario en la Facultad de Químicas durante un año y en Repsol durante seis meses. La historia comienza en segundo de carrera, cuando compre mi primer ordenador, un clónico con Windows 95 original (puedo demostrarlo con fotos) con el que empece a utilizar Origin, Hyperchem, Matlab y el mítico Maple V. Creo que esto era a finales del año 1997, para acceder a Internet reservábamos una hora en la sala de informática de la facultad, no había proxy pero una señora de muy mal caracter te abroncaba si buscabas guiones de los Monty Python, la fuente favorita de las paginas web era Times New Roman y usabamos Altavista para hacer búsquedas.

Desde el primer momento me sentí muy bien con el ordenador. Tuve la certeza de que si hubiera tenido mi primer ordenador (en realidad era el segundo, el primero fué un Amstrad CPC 464 en los ochenta) en el bachillerato no habría elegido Química como carrera pero aun así continué con mi vocación. Podría haberme especializado en Química Física, una rama de la Química que en aquella época ya tenía un alto contenido computacional: eran unos frikis que usaban linux porque no había que apagarlos nunca y así podían dejar cálculos corriendo durante meses, pero a mi lo que me gustaba era la síntesis de moléculas orgánicas... que le vamos a hacer.

El caso es que cuando acabé la carrera y me puse a buscar trabajo las opciones eran: comercial, profesor de secundaria y programador. Había más posibilidades de trabajar como investigador en el extranjero pero por aquella época yo ya era un huevón y no quería salir de casa así que empece por la primera opción, comercial. No me llevó mucho tiempo darme cuenta de que aquello no era lo mío y a los cinco meses estaba haciendo un curso de programación en base de datos y echando curriculums en las típicas empresas de consultoría que contrataban a gente sin experiencia en programación (no doy nombres pero seguro que se os ocurren muchas). En las navidades de 2002 me seleccionaron para hacer un curso de COBOL/CICS/DB2, dejé el trabajo de visitador médico y durante un mes y medio estuve aprendiendo las bases para ser un cobolero.

Aunque se decía que había bastante trabajo de programador, las vacas gordas estaban adelgazando. En 2003, la burbuja de las punto com ya había estallado, los grandes proyectos de desarrollo COBOL en España que habían sido el efecto 2000 y la transición de la peseta al euro ya estaban más que acabados, el trío de las Azores se disponía a invadir Irak... en este escenario tan devastador, sin ninguna experiencia como programador y con un gran sentimiento de intrusismo, ser contratado como Codificador Informático por la importante suma de 10.300€ brutos anuales fue algo maravilloso. </ironia>

Programar me gustaba mucho, tanto, que cuando ya me empezaba a sentir cómodo con COBOL y sus adláteres le empece a hacer ojillos al lenguaje con el que programaban los tíos de al lado, esos que hacían cosas mucho más sofisticadas que nosotros: Java.
En el año 2003 ya era normal tener internet en casa y aunque en aquella época no había tantos recursos para aprender a programar encontré un tutorial de Sun para aprender Java mientras desarrollabas un diarío de buceo (Dive Log). Aunque parezca mentira, rebuscando en la web de Oracle todavía se puede encontrar este pecio.
Yo no se nadar, y mucho menos bucear por lo que todo apuntaba a receta para un fracaso y así fue. Avancé bastante con la aplicación pero entender los conceptos de orientación a objetos, herencia, clases y demás me costaba mucho.

Quizá fuera culpa mía, por empeñarme en aprender con lo que obtenía de internet en una época en la que no había los recursos para aprender que tenemos ahora, quizá por que no fuí más al grano de lo que quería aprender, quizá porque mis conocimientos de programación no estaban lo suficientemente asentados, el caso es que finalmente se me quitaron las ganas de aprender Java y cualquier otro lenguaje. En el trabajo seguía haciendo programas en COBOL, aprendía mucho de bases de datos, SQL, normalización, diseño de aplicaciones,... y con eso era suficiente. Aprovechaba mis ratos libres para leer, escuchar música, estar con mi novia, mis amigos y hacer de bajista en un par de grupos. De hecho, pocas personas pueden presumir de haber estado en el Sexto encuentro de asociaciones de Félix Rodríguez de la Fuente y muchos menos pueden presumir de haber tocado en directo allí, en Ruesta, Huesca. Había más músicos que asistentes.

Aunque no dedicaba mi tiempo libre a programar, descubrí MySpace y empece a modificar y mantener el MySpace del grupo en el que estaba. En algo había mejorado internet: era mucho más fácil encontrar recursos que te explicaran como modificar las hojas de estilos de MySpace e incluso había gente que compartía hojas de estilos muy trabajadas de forma desinteresada. Internet había cambiado pero mi talento para el diseño no así que pronto me canse de jugar con MySpace. El friki que había dentro de mi estaba deseando salir pero todavía faltaba algo... un totem.

El totem llegó en 2009 con forma de iPhone 3G, comprado dos semanas antes de que presentaran el 3GS. Eran otros tiempos, nunca había oído hablar de los ciclos de vida de los productos de Apple. El caso es que yo estaba muy contento con él, lo usaba bastante, probaba apps, hacia fotos, leía el correo, Google Reader y de repente, un día, mientras esperaba al autobús empece a buscar una aplicación para calcular el percentil de un bebé. Buscaba algo sencillo, que permitiese guardar unos pocos datos del recién nacido y, en cada revisión, mostrara la evolución del percentil. No vi nada que me llamara la atención y me dije: "¿Esto podría hacerlo yo?". Lo comente con un compañero de trabajo y empezamos a investigar: hacía falta un Mac, no sabíamos si se podría virtualizar pero descubrimos que había algo llamado Hackintosh que podría valer. Encontramos la web de desarrolladores de Apple que te daban un filón de documentación sin pagar ni un duro. No había ni un solo tutorial en castellano pero en ingles había ya unas cuantas páginas especializadas que te enseñaban desde cero.

Viéndolo en perspectiva, de lo único que me arrepiento de esa época es de haberle dedicado tanto tiempo al Hackintosh. Yo no tenía mucho tiempo libre con mi hija recién nacida (lo de quitarme horas de sueño no lo había descubierto todavía) y mantener un Hackintosh requiere mucho tiempo. Esas navidades me compre el primer libro de desarrollo de aplicaciones y empece a darle caña por las noches. Lo que más me quemaba (siempre me ha quemado) era conseguir hacer cosas sin terminar de entender del todo lo que estaba pasando. Yo no sabía lo que era la programación orientada a objetos, había leído sobre ella cuando intente aprender .Net y Java pero nunca termine de tenerlo claro. Ahora estaba empeñado en aprender, y tenía que hacerlo con Objective-C.
El tiempo iba pasando pero no conseguía producir nada, cada vez iba entendiendo un poco más como funcionaba iPhone OS (así se llamaba entonces) pero no terminaba las aplicaciones (sigo teniendo una larga lista de aplicaciones inacabadas). El problema era que me costaba mucho enfocarme. Había descubierto que podía aprender mucho por mi cuenta, internet estaba plagada de recursos y por fin tenía paciencia (o pasaba más tiempo en casa) para detenerme a leer, madurar, entender. No había hecho ninguna aplicación pero estaba convencido de que algún día necesitaría de servicios web que alimentaran alguna de mis aplicaciones por lo que también tendría que aprender algo de desarrollo web. Ruby on Rails sonaba bastante pero todo el mundo decía que Php era muy fácil y que el hosting era muy barato... Aprender, aprender, aprender, me estaba obsesionando, y mucho.

Al final si que llegaron las aplicaciones: la primera, una lista de chistes graciosillos para felicitar la Navidad y el año nuevo salió a finales de 2010. No ganó ni para pagar la licencia de desarrollador pero nos enseño mucho sobre la publicidad, los comentarios y la competencia, sobre todo, de la competencia. Más tarde, a principios de 2012 salió TasaTuCoche. De esta si que aprendimos bastante más: identificar un nicho, ver que se podía mejorar, probar técnicas de posicionamiento en el App Store, etc. Aquí ya hay necesidad de servicios web por lo que hubo que aprender algo de Php, hostings, redireccionamiento dns, dominios y demás historias. Php está bien, y nos permitió desarrollar el servicio en muy poco tiempo pero aun así hay algo que no me hace sentir cómodo cuando programo en Php, por eso volví a darle a Ruby On Rails.

Y ahí sigo, saltando de iOS a Ruby on Rails, mirando de reojo a Node.js, comprando libros de OSX para cuando pueda, pasar a la pantalla grande, disfrutando de compartir mi tiempo y mi código en GitHub, o en este blog,...

Diez años para mí son muchos años, se han pasado volando y sobre todo los últimos cuatro me hubiera gustado exprimirlos más. Es muy difícil saber en que se traducirán las horas de sueño que me estoy quitando pero no me pesan nada por que, solo de aprender lo que estoy aprendiendo, ya las doy por bien invertidas y se que marcarán lo que pasará en los próximos diez años. Si estos han sido buenos, los próximos espero que sean la caña.

Nota:

Esta entrada la empece a escribir el domingo 31 de Marzo pero hasta hoy 2 de Abril no he podido terminarla.